miércoles, 3 de febrero de 2010

CAPITULO 2 – ASTUCIA.


El tortuoso pasillo acababa justo en una puerta de madera, vieja y agrietada.
Tras ella todo era luz, tanta luz, que siempre había que frotarse los ojos al traspasar el umbral.
Cuando la vista se acomodó, se podía observar a decenas de personas, hombres y mujeres, deambulando de lado a lado, ocupados con sus labores, en una enorme sala llena de cubículos en los que se podían leer los apellidos de las personas que en ese momento estaban allí.

No era una escena muy alegre, pero en estos tiempos, nada lo era.

Se acercó Lee a su cubículo, marcado con su nombre, con la intención de descansar su drogado cuerpo en el sillón frente a su ordenador, pero ese sitio ya estaba ocupado.

- Llegas tarde, como siempre. – Dijo un hombre joven, bastante fuerte y con un aspecto bastante saludable para los tiempos que corrían.- Me has hecho esperar más de media hora en esta porquería de sillón.

- Perdona, ¿Nos conocemos?

- Por desgracia para ti, no. – Respondió

Pasaron unos segundos de silencio, como si uno esperase las palabras del otro.

- ¿Me haces esperar tanto tiempo y ni siquiera me ofreces un café de oficina? La tinta ha desgastado tus modales por lo que veo.

- Perdona de nuevo, pero sigo sin saber quien eres.

- Ah, perdona también mis modales y mi osadía, soy Max, Max Wernegher

- ¿Tienes un apellido?, ¿de donde eres?

- No soy neociudadano como tú, señor “Lee H.47”, mi “familia” pensó que no servia de nada entrar en esta sociedad decrepita, por lo que no estoy registrado en ella, de todas formas tampoco es muy útil si tenemos en cuenta el lugar del que procedo… pero llegados a este punto no querrás saber la historia de mi vida, ¿verdad?... Le interesará mucho más saber por que estoy aquí.

- Solo me interesa saber por que aun sigue sentado en mi sitio y cuando piensa marcharse.

- Oh… vaya modales señor “tengo un numero de serie en lugar de un apellido”…

El silencio volvió a hacerse entre los dos, mientras Max se reincorporaba y se levantaba del sillón.

- Traigo esto para usted, señor Lee.

- ¿Que es?

- Un sobre cuyo contenido solo usted, y repito, solo usted, puede y debe ver.

Dejó caer un sobre arrugado, de color marrón, sobre la mesa de chapa rallada.

- Y ahora si me disculpa, debo marcharme, ahí le dejo con su adorado sillón, nos veremos pronto.

Lee no dijo una sola palabra, se dirigió a su sillón, dirigiendo la mirada hasta la pantalla de su ordenador, sin prestar atención a Max, el cual se fue sin llamar siquiera la atención.
La droga corría por sus venas como una gacela huyendo de su depredador, no fue una dosis muy fuerte, pero si lo bastante potente como para aguantar el mono hasta la noche, lo que le obligaba a permanecer un rato de inactividad frente a su pantalla, con la mirada perdida, sin ver más allá de los caracteres digitales que esta mostraba.

En algún lugar de la sala, una estruendosa alarma sonó, la gente se agitaba, corrían y gritaban, pero nada de esto parecía perturbar la calma de Lee

Una chica joven, muy joven, entró en su cubículo.
Su aspecto era muy infantil, aunque su mirada revelaba, entre la ingenuidad e inocencia infantil, una gran astucia y perspicacia.
Iba vestida con el uniforme de seguridad, que se encontraba bajo algunas placas de protección y un casco, que apenas ocultaba su pelo rubio, recogido con una pequeña coleta.

- ¿Todavía estas aquí?, que pasa, has vuelto a drogarte de nuevo, ¿verdad?

Lee la miró con cierta indiferencia, pero a ella, por ser ella, le regaló una falsa sonrisa como respuesta a sus desinteresadas preguntas.

- Vamos viejo yonki, tenemos trabajo, ¿o es que no lo oyes?

Se frotó los ojos mientras dejaba salir un quejido, como si alguien le quemase por dentro, se incorporó con cierta energía mientras, con simpatía, decía:

- ¡Otro hermoso día de trabajo en esta hermosa ciudad, señorita 37!, ¡veamos como lo haces hoy!

- No me llames señorita, ya tengo 19 años.

- Está bien, has cogido todo tu equipo, ¿verdad?, si no tendré que descalificarte por no ser puntual bajo una situación de emergencia

- Y yo haré que te abran un expediente por drogarte en horas de trabajo… ¡Ah!, y no me llames más “37”, llevamos 2 meses trabajando juntos, así que deberías empezar a llamarme Allie.

Nada más terminar la frase, Allie reparó en el sospechoso sobre que había sobre la mesa, pero antes de que pudiera preguntar nada al respecto, Lee lo guardó con sigilosa rapidez en uno de sus cajones.

La alarma de emergencia había sonado, como muy de costumbre.
Eso solo significaba problemas y Lee era muy consciente de ello.
Cuando la alarma emitía su monótono ruido estridente y atroz, posiblemente alguna estructura o edificio volaba por los aires o salía en llamas, los coches accidentaban, las personas, inocentes, morían. Ningún caso terminaba resuelto al finalizar el día.
Y Lee era muy, muy consciente de ello.

La sala había quedado reducida a un número muy pequeño de personas, muchas de ellas hablando por teléfono a gritos a causa de la preocupación.
La cosa parecía más seria que de costumbre.
Mucho más seria.

Una pantalla digital se elevaba en el punto más alto de la sala, la cual mostraba lo sucedido.
La voz de una mujer sonaba por los altavoces de la pantalla.
<< Emergencia. El edificio 99 del sector 4 se encuentra en llamas, según los informes, debido a un acto terrorista. Se precisa la presencia del equipo de salvamento, y el segundo equipo de seguridad.>>

- 37, ve con el segundo equipo, yo iré solo esta vez.

- ¿Estás seguro? El segundo equipo es muy novato, y yo aun no tengo la experiencia suficiente como para comandarlos.

- No te preocupes, acude al lugar de la emergencia y asegura la zona, si de verdad ha sido un acto terrorista, no habrán ido muy lejos.

- Ya veo lo que pretendes, llámame al comunicador si necesitas ayuda, sabes que no hay nadie mejor que yo para guardarte las espaldas, viejo yonki.

Se despidió de Lee, como una pequeña niña se despide de su padre a las puertas del colegio, mirando atrás cada vez que se alejaba de él con sus compañeros de clase, el segundo equipo.
Desaparecieron de la sala, tras la puerta de un gran elevador, situado al final de esta.

La simpatía de la cara de Lee desapareció, reparó de nuevo en la mesa de su despacho, escudriñó entre los cajones, sin prestar atención al sospechoso sobre de color marrón.
Tenía una corazonada, un presentimiento, algo malo iba a pasar y el iba a estar en medio.
No podía permitirse ni un solo fallo, por lo que recurrió de nuevo a su ayuda.

Una nueva dosis, el mismo quejido.

lunes, 1 de febrero de 2010

CAPITULO 1 - "AMANECERES"

"11:30 PM" reflejaba el despertador frontal, que dirigía su foco de luz hacia el techo de la habitación.

Un techo metálico, algo corroído, que dejaba ver lo que antaño fue la circuitería de algún sistema eléctrico, hoy inservible.

11:30 PM, y el despertador comenzó a sonar con un sonido estridente e insoportable, despertando a los dos únicos habitantes de aquel hogar, si consideramos únicamente a los humanos.

- ¿Que hora es?... - preguntó una voz femenina.

- Son las once y media de la tarde, tengo que ir a trabajar... vuelve a dormir. - respondió su acompañante, mientras se incorporaba sobre la cama e intentaba despejarse.

Había llegado un nuevo día... o una nueva noche, llena de trabajo y vida laboral fuera del peligro de los rayos ultravioletas de un peligroso sol y una ineficaz capa de ozono.

- Deberías pedir que te cambien de turno, no es bueno madrugar tanto.

- Prefiero este turno... los días son muy aburridos y el turno se hace eterno. tú vuelve a dormir, estaré de vuelta sobre las 3 de la mañana, no me esperes para almorzar.

Apoyó los pies sobre el frío suelo de metal, andando a hurtadillas hasta una taquilla.

11:35 PM, la radio sonó.

<< ¡Buenos días pequeña ciudad! Hoy comienza un nuevo día, así que ya sabéis madrugadores, ¡levantaos, levantaos! y para que no os desaniméis, ¡aquí os dejo una gran canción que os ayudará a empezar con buen pie este deprimente y seguro que caótico día! >>

El altavoz de la pequeña radio comenzó a emitir una especie de música basada en contratiempos, sonidos sintéticos y lo que parecían ser guitarras eléctricas... Si había melodía de voces humanas en esa composición, estaban muy lejos de ser comprensibles.

- ... Odio esta canción.

- Déjala... me relaja. - Dijo la mujer en voz baja, síntoma de un gran cansancio.

- Esta bien, puedes pudrirte el cerebro con esto si te apetece. El sol se ha puesto, me voy a trabajar. Nos vemos.

No hubo respuesta, tan solo un leve sonido de respiración y algún que otro ronquido.

Cogió todo su equipaje para salir, unas botas duras de metal y cuero, unos pantalones robustos de fibra de plástico, al igual que la camisa, sobre la que iba una cazadora vaquera de la que colgaba una tarjeta en la que, difícilmente por el desgaste, se podía leer:

"Lee H.47 - Agente de Seguridad."

Un tipo de 28 años de edad, aunque a juzgar por su demacrado aspecto físico, cualquier persona opinaría que su edad es superior a los 35.

Abrió la puerta metálica de su apartamento, adornada con unas simples franjas amarillas y negras alrededor de la cifra "32", sobre la que algún molesto vecino había pintado con pintura iridiscente la frase: "... son las veces que me follé a tu madre!"

El pasillo de aquel edificio podría ser descrito con multitud de calificativos, en los que jamás se encontrarían tales palabras como "pintoresco" o "acojedor".

Presentaba un escenario frío, metálico... Un pasillo estrecho y largo plagado de puertas similares a la suya que daban acceso a apartamentos similares al suyo, pequeños, fríos, poco iluminados y con miles de cables como únicos adornos. Un par de luces a lo largo del pasillo sobre el techo y una gran verja metálica al final de este donde se podía leer la palabra "elevador" adornada con un par de luces naranjas.

Subió al elevador y mientras bajaba colocó sobre su cabeza el ultimo complemento indispensable para iniciar su día laboral, gafas antiradiación sobre una mascara de gas con dos filtros bastante corroídos y no por el gas, ya que lo que antes podía ser un gas bastante nocivo para la salud, hoy era el pan de cada día y carecía de importancia.

Año 53 D.I.

Los ancianos, los únicos supervivientes de la ultima destrucción nuclear causada por la tercera guerra mundial en el año 2022 decidieron continuar con el calendario terrestre desde 0, llamando a estos años, los años venideros Después de la Iluminación, en la que se suponía que el ser humano había comprendido su naturaleza autodestructiva tras la guerra, se deshizo de ese instinto y las cosas mejorarían para la sociedad del futuro.

Una sociedad enferma por la radiación, enfermedades contagiosas, miedo e inestabilidad política, si es que se le podía llamar así, en las pequeñas metrópolis aún habitadas por el ser humano.

El clima en la calle era frío y seco, aunque era bastante normal que de repente tornase a calurosamente lluvioso.

La lluvia no era querida por nadie, solía traer enfermedades si uno se exponía bastante a ella, por lo que las personas no se desprotegían mucho ni pasaban largos ratos a la intemperie cuando llovía.

Apenas había iluminación en la calle, tan solo un par de puntos de luz por callejón... La energía eléctrica es un privilegio a los que solo pueden ostentar aquellos que contribuyen a la sociedad de algún modo, y Lee, es agente de seguridad de la metrópolis.

- ¡Eh taxi!

Un pequeño y desgastado, pero robusto vehiculo frenó de repente con un ruido tan espantoso, que se pudo percibir en el oscuro suelo de cemento y hormigón la actividad de unos cuantos insectos y ratas huyendo asustados.

- ¿Donde le llevo?

- Al centro, a la calle 73A... esquina con la novena avenida.

El vehículo se puso en movimiento, aunque no era capaz de alcanzar una gran velocidad, de hacerlo seguramente habría explotado su motor a juzgar por el ruido que hacía, cosa que lo hubiese dejado inservible y de ese modo, sin trabajo a alguien que sufriría la baja calidad de una vida sin electricidad (aunque muchos eran los que vivían en esa situación, otros, vivían en la calle compartiendo cobijo con las ratas).

A medida que el vehiculo se acercaba más al centro de la urbe, la iluminación era cada vez mayor,

la actividad aumentaba, los vehículos, tanto coches como taxis, carteles de publicidad, edificios enormes, todo cargado de puntos de luces, donde seguramente alguien había comenzado su labor...

Y personas, transeúntes por la calle en los que difícilmente se les podía distinguir una sonrisa y de hacerlo, sería una sonrisa que enfermaría pronto por no estar protegida por una mascara.

La gente corre de un lado para otro, algunos esperan, otros simplemente vagan por las calles en busca de algún pequeño residuo radiactivo con el que drogarse y aliviar los dolores de alguna enfermedad, o simplemente por vicio.

Otros están tan asustados, deprimidos, o enfermos por una enfermedad demencial, que gritan por la calle sus pensamientos y creencias sobre el nuevo mesías que los salvará de una vida de dolor y serán recompensados con las mil mentiras y tópicos que el ser humano ha usado siempre para buscar una forma de exterminar el miedo a sus quimeras mentales. Algunos les creen.

Su paseo en taxi fue bastante típico, igual al de todas las noches, sin ningún tipo de variedad.

Las mismas personas, las mismas luces, los mismos ruidos, los mismos sonidos...

<< ¡Compre Peppercola! ¡Con tan solo un 10% de agentes químico/radiactivos no saturados! >>

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El taxi se detuvo frente a un edificio cargado de luces, inmenso, tal vez uno de los más grandes de la ciudad, aunque como todos, en un estado tan pésimo que daba la sensación de que en cualquier momento podría venirse abajo.

- Hemos llegado.

- Cuanto le debo.

- Pues... 3 chapas... Si es que tiene.

- Lo siento, solo tengo 4 monedas y media de cinc.

- Amigo, esa mierda de moneda desaparecerá algún día, ¿Sabes?

- Eso será si la explotación minera del desierto A3 nos proporciona algo más de metal íntegro.

- ... Esta es la típica conversación que mantengo con todos los clientes, algunos opinan que el gobierno hizo bien en invertir en explotación minera en ese agujero... Yo por mi parte pienso que deberían haber invertido más en terminar esa expedición del sector 7 que nos prometieron en las pasadas elecciones, seguro que encontrarían alguna nueva fuente de metal íntegro... Pero claro... Quien le hace caso al pueblo en estos días, esos burócratas de mierda solo piensan en enriquecerse más a costa de nuestro trabajo. Como si pudieran hacer algo con esas riquezas hoy en día.

- Le pago por conducir, no para oír sus historias... ¿Va a aceptar las monedas de cinc?.

- ... Que remedio. Y controle ese humor amigo... No es saludable.

- Y qué lo es...

No dió tiempo a que Lee saliese del auto cuando alguien ya forcejeaba entre insultos con otra persona para entrar en él.

Se aproximó hasta la puerta del edificio, adentró la mano en su bolsillo y dejó ver un pequeño aparato con forma de aguja que rápidamente volvió a esconder con cierto sigilo y miedo.

Una vez dentro del edificio buscó una esquina oscura, cosa bastante fácil de encontrar, quitó la mascara que protegía sus ojos y mientras se aguantaba los parpados de uno con sus sucios dedos, introdujo la jeringa bajo el iris de su ojo e inyectó en él la sustancia, bastante ilegal, que esta contenía.

Dejó salir un pequeño quejido, seguido de una expresión de dolor que tornó en una mirada fría, casi muerta, y tras unos segundos se reincorporó.

- Esta mierda me matará algún día... - Dijo en voz baja.

Salio de aquella oscura esquina y se adentró por un tortuoso pasillo en dirección a la escalera central.

Se pudo escuchar un gran ruido en la calle.

*BANG*

Alguien se había quedado sin taxi.